Hay muchas organizaciones que se ocupan de la educación y las necesidades de los niños, pero a pesar de esto, los niños todavía no tienen el espacio adecuado en nuestra mente y en nuestra cultura.
Nuestra sociedad está organizada según los adultos y el espacio reservado a los niños es secundario. En mi opinión, se necesita una gran revolución cultural. Los niños deben estar en el centro de nuestro pensamiento, nuestras actividades, nuestros proyectos y toda la sociedad. Son el futuro y todas nuestras mejores energías deben concentrarse en ellos. En el día a día rara vez nos preocupamos por qué espacio darles y sobre todo por la calidad de este espacio.
¿Cuáles son entonces las dimensiones y criterios a tener en cuenta en nuestras actividades? Hay un error fundamental que todos cometemos y es conformar la educación y actividad de los niños al modelo predefinido que llevamos dentro.
Howard Gardner, un gran pedagogo contemporáneo, nos enseña que la estructura de la personalidad se compone de muchas formas de inteligencia: lingüística, musical, lógica / matemática, espacial, personal e interpersonal, práctica.
Entre estas inteligencias, también se ha informado recientemente sobre la inteligencia espiritual. Todas estas actitudes están presentes en cada persona, pero solo algunas de ellas se dan cuenta de la característica específica de la identidad de cada persona. Nuestra tarea como educadores es descubrir qué inteligencia caracteriza específicamente al niño que se nos confía. No es fácil reconocerlo, pero es importante esforzarse para que sea reconocido, aceptado y desarrollado.
Este cuaderno tiene como objetivo ofrecer algunas ideas y algunas herramientas para esta indispensable función educativa.
Por eso me parece más apropiado poner a estas hojas el título Nosotros, los niños y Dios, porque la influencia que tenemos los adultos en la educación de los niños en materia religiosa es grande.
Hay una pregunta difícil que debemos intentar responder: ¿qué papel tenemos los adultos en la religiosidad de los niños?
Es un tema importante porque se trata de la imagen de Dios que transmitimos a los niños y que tendrá gran relevancia en su futuro comportamiento religioso.
Los niños comienzan su vida con una profunda sabiduría espiritual. Nosotros, comprometidos en el área del crecimiento humano y espiritual, debemos preocuparnos por que los pequeños gérmenes de espiritualidad que estas criaturas llevan en sí mismos puedan expresarse en su plenitud.
¿Los modelos e imágenes de Dios que les ofrecemos con nuestro comportamiento son adecuados para esta tarea? Debemos esperar que todo el hilo de la espiritualidad infantil se libere de las limitaciones de nuestro modelo tradicional y se alimente de experiencias e investigaciones teológicas innovadoras y creativas.
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