Acoger a las personas que conocemos, aceptar sus limitaciones y su diversidad, es una gran revolución al alcance de todos.
Abrámonos a los demás y cultivemos juntos el sueño de una sociedad fraterna. El Papa Francisco dijo recientemente. Es su gran sueño: hacer del mundo entero una gran familia, una sociedad de hermanos.
Lo que el Papa nos pide es un compromiso serio, que revoluciona nuestra forma de relacionarnos con los demás. Considerar a cada persona que encontramos en nuestro camino, al extraño que llama a nuestra puerta, al extraño que nos habla, como nuestro verdadero hermano, requiere un redimensionamiento no solo de los pensamientos, sino también de nuestras estructuras sociales que se organizan de tal manera. una forma de hacernos sentir al otro como un extraño y de defendernos de él como si fuera un enemigo.
Es muy difícil hacer que el principio de hermandad pase a nuestra vida diaria. El primer trabajo necesario está en nosotros y en nuestras fantasías hechas de miedos y desconfianzas.
¿Qué pensamiento nos puede ayudar en este proceso de elaboración? El sentimiento de impotencia y resignación debe superarse en la experiencia práctica diaria, aprendiendo a disponer nuestro corazón para acoger fraternalmente a las personas que encontramos, aceptando con bondad sus limitaciones y su diversidad.
Es una auténtica revolución que poco a poco, día a día, con pequeños gestos creativos, podemos llevar a cabo primero en nuestra familia y luego en el grupo social en el que vivimos.
Así como el virus extremadamente pequeño y aparentemente insignificante ha revolucionado la vida del planeta, nuestros gestos, también pequeños pero significativos, pueden desencadenar un proceso que puede involucrar positivamente a nuestro entorno y expandirse hacia el mundo entero.