Detengámonos a pensar cómo sanar nuestra capacidad de amar, cómo afinar la atención, la sensibilidad y la delicadeza para que el amor se traduzca en relaciones hechas de mil matices y sutilezas.
El tema del amor difícil es una de las líneas de reflexión e investigación de Ore Eleven junto con la vivencia sencilla, la experiencia de Dios y la figura de Jesús de Nazaret. Todos los procesos más importantes de la vida dependen del amor.
El amor es la base de todo verdadero proceso de desarrollo, nacimiento, crecimiento y cambio. ¿Por qué entonces la definimos como difícil, cuando es la dimensión fundamental del cristianismo y de la vida humana?
La experiencia diaria nos enseña que vivimos del amor, pero el amor nos hiere y hasta podemos morir.
Aunque hablamos mucho sobre el amor y pensamos que sabemos todo sobre el amor, no solemos detenernos a pensar en cómo sanar nuestra capacidad de amar. Cómo afinar la atención, la sensibilidad y la delicadeza para que el amor se traduzca en un modo de relación compuesto por mil matices y mil sutilezas.
El amor nos lleva inevitablemente al otro.
Como seres humanos nos estructuramos en relaciones. Sin la presencia y el amor de los demás es imposible que la vida se humanice y encuentre verdaderas formas de desarrollo. Desde la infancia hasta la madurez, el otro nos devuelve nuestro ser más verdadero y más profundo.
Nuestras relaciones con los demás cambian con el tiempo y también nuestra capacidad de amar. Desde un amor de dependencia, a través de un largo camino de crecimiento y madurez, podemos llegar al amor como ofrenda y don.
La expresión de madurez en el amor tiene indicadores muy específicos. Ellos son: creatividad, gratuidad, gratitud, asombro, don de sí, bondad, ternura, misericordia. Estos son solo algunos matices.
Cuando conocemos a alguien que las vive, reconocemos los rasgos de sutileza en su forma de ser y de relacionarse. Son estas cualidades las que marcan las etapas del difícil pero maravilloso viaje que toda existencia humana debe ser capaz de realizar.