Cada uno de nosotros vive el desafío de muchos problemas de gestión del tiempo que nos ha dejado la pandemia.
¿Por qué hemos querido dedicar este cuaderno al tema del tiempo? La dimensión del tiempo es una de las pocas que realmente nos pertenece. Por supuesto debemos detener nuestra carrera y poder recuperar la posesión del tiempo que nos queda para vivir.
Sea cual sea nuestra edad, todos tenemos un tiempo limitado por delante, que no debemos dejar al azar. ¿Cómo podemos aprender a gestionar esta riqueza, empezando por las prioridades que consideramos más importantes para nuestra vida?
Cada uno de nosotros, en nuestra familia, en nuestro trabajo, en nuestro entorno, en nuestro barrio, vivimos el desafío de muchos problemas relacionados con la gestión del tiempo, que nos ha dejado la pandemia. Se habla de volver a la normalidad, pero quizás sería más adecuado y valiente preguntarnos cómo emprender una nueva salida.
Por supuesto, hay muchos problemas que afrontar para dar paso a una nueva y real salida. Cada entorno y cada situación tiene sus diferencias, pero ¿cuáles son los desafíos comunes a todos, en este período histórico particular?
El primero es nuestra disposición a un cambio real: presupone una gran confianza en el futuro, que debe construirse e inventarse con creatividad.
La segunda es la pobreza, tan extendida en el mundo y en nuestro entorno: nos obliga a repensar todo nuestro sistema de formación, porque los niños y los jóvenes son nuestro futuro.
Los niños y los jóvenes nos envían mensajes claros. Nos dicen que si no cambiamos nuestro estilo de vida iremos hacia una catástrofe ecológica segura. Son muchos los espacios que los adultos tendremos que ofrecer para permitirles y crear un futuro mejor. En estos espacios, si sabemos escucharlos e integrar sus intuiciones con nuestra experiencia, seguramente los objetivos hacia los que tendremos que dirigirnos y dedicar nuestro tiempo serán más alcanzables.
Incluso Jesús ha intuido lo que iba a atravesar el futuro. Inventó muchas formas de transmitir su mensaje de salvación. Su firme determinación de llegar hasta el final es para nosotros el modelo de vida a imitar.